III Concurso de Relato Corto


Este año durante la celebración del Día del Libro de la Escuela Universitaria de Turismo de Lanzarote (EUTL) y de la Escuela de Enfermería de Lanzarote se hizo entrega a doña Ana María Gomariz Rodrigo del premio al concurso de Relato Corto.
El acto conto con la presencia de la consejera de Educación del Cabildo de Lanzarote, Carmen Rosa Márquez, la directora de Acción y Proyección Cultural de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Soraya García Sánchez, el director insular de Educación del Gobierno de Canarias, Mario Pérez Hernández, y la directora de la Escuela Universitaria de Turismo de Lanzarote, Eva Crespo Fontes y de un numeroso grupo de alumnos del campús Universitario de Tahíche.
A continuación exponemos el relato ganador de la autora Ana María Gomariz Rodrigo del concurso de relato corto 2018/19.

Él también soñaba con el mar

En una cuerda que ataba su pata se vislumbraba el nudo que se había hecho el día anterior y no resistiría muchos embistes más, era una solución provisional tras la última de las roturas. En otra pata, la otra trasera, una cadena oxidada chirriaba con cada sacudida, no sabía qué se rompería antes si las ataduras o sus patas, no le importaba y seguía insistiendo, la pared comenzó a ceder alrededor de las arandelas y más fuerza le daba el escuchar la cal cayendo al suelo, con más energía desagarraba la cuerda, deshacía la cadena y despegaba la arandela de la parte baja de la pared, no estaba muy lejos de la ventana, desde dentro, a través de ella podía verse el mar, el lejano horizonte, las olas rizándose y la espuma volando, los barcos pasando, las gaviotas volando. Cuando estaba en la casa el viejo casi siempre miraba por la ventana, añoraba sus años de juventud, cuando soñaba con ser marinero, conocer nuevas tierras, navegar, y hoy también miraba, sintiendo pena por el animal, pero no podía liberarlo ni podía impedirle viajar.

En algún momento la cadena cedió, uno de sus eslabones oxidados se abrió, con sus tres patas libres empujó con la fuerza suficiente, en la dirección opuesta a la pared, para desencajar la arandela del hueco que sujetaba y ataba con su cuerda el animal a la finca. No pudo evitar verle marchar, con él cargaba el rofe, las cebollas y los ajos, con él cada día cruzaba los volcanes y montañas para cargar lo que hiciera falta, era una fuente importante para su medio de vida, ahora se alejaba mientras le miraba con pena y sin consuelo.

El viejo agricultor lloraba la pérdida de su mejor camello, no sabía por qué no era capaz de retenerlo, llevaba meses queriendo soltarse y salir corriendo, a veces él quería correr con él, pero ¿dónde irían? No comprendía el porqué de su huida, no caminaban más de cinco horas al día, no le cargaba más de setenta kilos por alforja, le trataba mejor que a ningún otro camello en aquel lugar.

El animal tenía una gran curiosidad por cruzar el mar, llegó a la costa, se adentró en la playa, en una pata llevaba atada un trozo de cadena oxidada, en otra arrastraba una cuerda, paso a paso se metió en el agua y comenzó a nadar. El viejo agricultor cerró sus ojos y desde la ventana se imaginó en la piel de su camello, surcando las olas, atravesando la espuma, arrastrado por la marea, soñó con los peces, los barcos y otras tierras, no volvió a abrir sus ojos, descansaba en paz, habiendo cumplido su sueño, a través de su mejor camello.

(Presentado con el seudónimo de Lourdes).